Posts etiquetados ‘historias’

hoy estrené en la Biblioteca Pública Elena Fortún de Madrid, dentro del programa Explora nuevos mundos, LABERINTOS. (las imágenes del vídeo pertenecen a un ensayo en el que con una mano iluminaba las siluetas y con la otra grababa con el móvil). inspirada por las instalaciones de sombras de Boltanski, juego con la música de Camille Saint-Saëns y siluetas que evocan el mundo de las pesadillas.

han llegado los niños y las niñas y hemos puesto en juego el cuerpo para conocer el espacio. recorrimos la biblioteca siguiendo un hilo rojo que nos conducía por las salas. vimos sombras. conversamos acerca de pesadillas. ojearon libros.

me han preguntado cómo se hacían las sombras, han bailado la música, hemos hablado y el tiempo ha pasado volando.

los cuentos, las historias, surgen de los encuentros. tengo dos cuentos nuevos gracias a una niña, Emma, que conocí en Arganda y gracias a Iván, alumno de uno de los talleres de narración oral que hice en Madrid. Ana, la bibliotecaria de Mota del Cuervo, me contó la historia de Fortunato, su tío abuelo, un cartero republicano superviviente del campo de Gusen. en Mota, además, me enteré de que la alfarería tradicional la hacían allí mujeres cantareras y entré en un molino de viento. conozco ahora nombres de vientos que no sabía: Solano, Matacabras, Ábrego. en Vallecas y en Zuera los niños y las niñas me dieron el regalo de su conversación. el Maratón de los Cuentos de Guadalajara fue una fiesta y aprendí una preciosísima palabra nueva, cortesía de Carlos Rebolo: achifánfanos. que son cosas encontradas en la calle a las que nadie, sino quien las encuentra, da ningún valor. bueno, un recogedor o recogedora de achifánfanos sí sabe reconocer el valor de los propios y los ajenos. yo, lo confieso, recojo achifánfanos.

mi amiga Marina Sanfilippo me envía esta imagen, me dice: «recordando tu pasión»

un hombre pez, un boto brasileño

La imagen es del Museu de Folclore, http://museudefolclore.cnfcp.gov.br/

En el enlace he encontrado información sobre una exposición llamada Os objetos e suas narrativas, de donde copio esto:

«A gente pode entrar ali no Museu do Folclore, pode não haver ninguém falando, pode não haver som algum, estar tudo aparentemente parado, estar tudo aparentemente silencioso e, no entanto, estar tudo falando, eloquentemente, estar tudo gritando com uma força enorme. E é um grito silencioso, é a eloquência do silêncio, é a fala eloquente dos objetos. Cada um por si, cada um dizendo alguma coisa, cada um propondo alguma coisa, cada um chamando para alguma coisa, cada um argumentando de alguma maneira, a favor ou contra alguma coisa, sendo, na verdade, um pedaço de linguagem viva, embora silenciosa.»

sí, claro que sí. como dicen en la web del museo, ¿qué son los objetos sin las historias que los rodean? ningún objeto es mudo. y este cuya imagen me envía Marina me cuenta una historia amazónica y me lleva lejos, lejos en el tiempo y en el espacio, porque me recuerda la época en la que me contaron la historia del hombre pez de Liérganes, hace ya muchísimos años, y cómo esa historia se convirtió en el inicio de mi pasión por los seres extraordinarios y los relatos que los cercan, y recuerdo viajes geográficos y literarios y pienso que sí, que las historias rodean a los objetos, y nos rodean también a nosotros, los humanos que no podemos vivir sin ellas.

un mapa

Publicado: May 23, 2020 en Uncategorized
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los primeros mapas fueron relatos, la memoria de un itinerario expresada en palabras.

mapas y relatos dan cuenta del viaje. mirar un mapa, leer o escuchar un relato son maneras de viajar sin moverse del sitio.

en «El corazón de las tinieblas» Joseph Conrad escribe acerca de la fascinación por los mapas:

«Debo decir que de muchacho sentía pasión por los mapas. Podía pasar horas enteras reclinado sobre Sudamérica, África o Australia, y perderme en los proyectos gloriosos de la exploración. En aquella época había en la tierra muchos espacios en blanco, y cuando veía uno en un mapa que me resultaba especialmente atractivo (aunque todos lo eran), solía poner un dedo encima y decir: cuando crezca iré aquí.»

aquí, es una promesa, el espacio en blanco es lo desconocido: la posibilidad de contar un relato jamás contado anteriormente.

en estos días he estado practicando mucho esto de viajar sin moverme del sitio y en mis vagabundeos por internet he encontrado este hermosísimo mapa islámico del mundo en la Wellcome Colletion

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en este mapa el norte está abajo y el oeste, rodeado por el mar desconocido, a la derecha. este mapa antiguo cuenta otro mundo con otros códigos ¿qué viajes, qué relatos encierra que yo no sé descifrar? este bello y ajeno mundo redondo ¿qué secretos guarda? ¿qué sueños?

 

 

y me he puesto a imaginar. La tempestad, de Shakespeare, debe ser la obra sobre la que he imaginado más. me encanta. hoy he imaginado una instalación.

imagino.

imagino una sala de exposiciones con el suelo cubierto por un mapa a gran escala en el que se ve el mar y algún islote.

imagino que sobre las paredes de la sala, desde el techo hasta el suelo, está escrito en francés, en castellano y si cabe, en inglés, el ensayo de Montaigne «Sobre el canibalismo».

imagino en el centro de la sala un montón de tierra y sobre él un contenedor de madera, grande, con un lateral abierto que permite ver lo que hay en el interior e incluso, entrar. dentro del contenedor hay: un manto, una batuta, libros de autores antiguos -como el De rerum natura de Lucrecio, o las obras de Teofastro, Platón, Aristóteles…-, un tablero de ajedrez y sus correspondientes figuras, mapas de Milán, Nápoles y otras ciudades italianas, cartas de marear, algún instrumento musical antiguo (de cuerda), miniaturas que representen hombres y mujeres y de algún barco de vela.

imagino que a veces suena una pieza especialmente compuesta para la instalación con canciones de Ariel, sonidos del mar, etc.

pienso que este podría ser un buen espacio para contar La tempestad.

 

 

mitos, historias, versiones…

Publicado: septiembre 20, 2018 en Uncategorized
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A veces, un libro te lleva a otro. Eso me sucedió este verano que acaba. Un ensayo de Simic me llevó a un libro inclasificable de Roberto Calasso. Simic y Calasso poblaron mi imaginación en medio del calor. Y por ellos, he vuelto a enamorarme de la mitología griega. De niña me fascinaban los dioses y diosas del Olimpo. De adolescente imaginé que les conocía: Afrodita me enseñaba las artes del amor, con Ártemis y Apolo aprendía el arte del tiro con arco, Atenea me enseñaba a hilar pensamientos y relatos…

Calasso, en Las bodas de Cadmo y Harmonía habla de los dioses con familiaridad, como si los hubiera conocido. Cuenta sus historias, refiere diferentes versiones de un mismo mito, fascinado por todas ellas. Dice

«Los griegos se acostumbraron, como a un hecho normal, a oír las mismas historias contadas con tramas diferentes. Y no existía autoridad última a la que referirse para saber cuál era la versión justa. Homero era el último nombre evocable: pero Homero no había contado todas las historias.»

Pienso en la maravilla de aceptar que un mito sea la suma de todas las versiones que existen de él. Implica una manera de entender la verdad de la que me siento cerca. Nunca hay una sola y única historia acerca de nada. Este pensamiento me da libertad, me obliga a mirar con atención y a no conformarme, me invita a jugar con la diversidad y me estimula. Me dice «cuenta, cuenta…». Y claro, tengo que contar. Soy una hija de Homero.

mirar

Publicado: May 1, 2012 en Uncategorized
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…vale, contar lo que se ha visto.  Y ¿qué mirar? Cuando voy por la calle, ¿qué miro? Muchas veces, arriba y abajo. El cielo y el suelo. Cielo: colores, formas, movimiento (azul, naranja, rojo, violeta, gris, blanco, rastros de verde, nubes, arcoiris, lunas, soles…) Suelo: texturas, colores, cosas (la acera rugosa o lisa, calles adoquinadas o no, metales de alcantarilla, los grises del cemento a veces alegrados por el rojo, papeles, colillas, monedas, botones…) Recojo cosas del suelo. Hay varios botones blancos de cuatro agujeros que van siempre conmigo. Amuletos. He encontrado infinidad de monedas de 1 céntimo. Me produce una alegría infantil encontrarlas, siento que son un aviso de cosas buenas. Todo lo que recojo del suelo es un encuentro afortunado. Encontrar algo, inútil o no, se convierte en una señal, un oráculo privado: algo bueno va a suceder, me espera a la vuelta de la esquina. Doy significado a lo que encuentro. O sea, hago que forme parte de una historia, aunque sea una historia que todavía está sin contar (y que espera ser contada). La forma más trivial de la noción de destino se aloja en la palma de mi mano, va a parar a un bolsillo o un monedero diciéndome que una buena historia está al llegar.