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los cuentos, las historias, surgen de los encuentros. tengo dos cuentos nuevos gracias a una niña, Emma, que conocí en Arganda y gracias a Iván, alumno de uno de los talleres de narración oral que hice en Madrid. Ana, la bibliotecaria de Mota del Cuervo, me contó la historia de Fortunato, su tío abuelo, un cartero republicano superviviente del campo de Gusen. en Mota, además, me enteré de que la alfarería tradicional la hacían allí mujeres cantareras y entré en un molino de viento. conozco ahora nombres de vientos que no sabía: Solano, Matacabras, Ábrego. en Vallecas y en Zuera los niños y las niñas me dieron el regalo de su conversación. el Maratón de los Cuentos de Guadalajara fue una fiesta y aprendí una preciosísima palabra nueva, cortesía de Carlos Rebolo: achifánfanos. que son cosas encontradas en la calle a las que nadie, sino quien las encuentra, da ningún valor. bueno, un recogedor o recogedora de achifánfanos sí sabe reconocer el valor de los propios y los ajenos. yo, lo confieso, recojo achifánfanos.

esta es la vuelta de la magdalena (que soy yo). la silueta de Gran Canaria es del cartógrafo del siglo XVIII Tomás López de Vargas Machuca

estos han sido los sitios a los que mi oficio de contar me ha llevado el primer trimestre del año. hice mi primera función del año en San Sebastián de los Reyes. he visto mucha gente. me han invitado a comer arepas en Griñón y supe de la existencia de un cementerio musulmán de la época de la guerra civil, que visité y donde encontré en una lápida el dibujo de una abubilla. en Fraga vi dragones. en Belmonte tuve un público-mar y jugamos a ser marea. hacía tiempo que no contaba en las Rozas y al salir de una de las tres bibliotecas nubes rosas me recordaron atardeceres de otros años. guardo los abrazos de Alicia y Carmen como un regalo. en Guadalajara paseé a orillas del Henares por un caminito que me mostró Estrella Ortiz. fue en enero. la noche había sido muy fría y la escarcha había convertido en joyas brillantes a las hojas de los árboles que estaban en el suelo. el rumor del río y el picoteo de un pájaro carpintero me hicieron olvidar durante breves instantes que estaba en una ciudad. Lorena, la bibliotecaria de Valdemorillo me llevó a Zarzalejo. no deja de sorprenderme lo amable que es. en Agüimes abracé por fin a gente que quiero y que llevaba más de dos años sin ver. regresé de la isla cargada de regalos: de esos que no se ven pero también de queso de flor de Guía (un regalo que todavía estoy disfrutando y que debo a Montse, que me mima siempre).

a Fraga y Guadalajara me llevaron talleres. en el Festival Internacional de Agüimes también impartí uno. estoy haciendo muchos últimamente. en el de Guadalajara, para adolescentes, aprendí sobre Muhammad Ali. en el de Agüimes, una plaza y sus sonidos fueron el mundo entero. sé que algunas funciones de este invierno las guardaré en mi memoria. disfruté mucho. otras, en las que el placer fue más esquivo, o simplemente menos intenso, me han hecho pensar. pienso y pienso, por el vicio de hacerlo. y también por amor al contar.

el deambular de mi oficio me lleva de un lado a otro. yo me dejo llevar.

Dice Calvino que el mapa geográfico presupone una idea narrativa, «está concebido en función de un itinerario, es una odisea». Este es un mapa entre muchos posibles, de mi otoño. Del 3 de septiembre y al 31 de diciembre viajé muchísimo en tren y en autobús, volé en avión hacia el este y hacia el oeste y me llevaron en coche a cuatro funciones. Una lista de lugares, una lista de actividades: mi odisea de bolsillo.

un mapa

Publicado: May 23, 2020 en Uncategorized
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los primeros mapas fueron relatos, la memoria de un itinerario expresada en palabras.

mapas y relatos dan cuenta del viaje. mirar un mapa, leer o escuchar un relato son maneras de viajar sin moverse del sitio.

en «El corazón de las tinieblas» Joseph Conrad escribe acerca de la fascinación por los mapas:

«Debo decir que de muchacho sentía pasión por los mapas. Podía pasar horas enteras reclinado sobre Sudamérica, África o Australia, y perderme en los proyectos gloriosos de la exploración. En aquella época había en la tierra muchos espacios en blanco, y cuando veía uno en un mapa que me resultaba especialmente atractivo (aunque todos lo eran), solía poner un dedo encima y decir: cuando crezca iré aquí.»

aquí, es una promesa, el espacio en blanco es lo desconocido: la posibilidad de contar un relato jamás contado anteriormente.

en estos días he estado practicando mucho esto de viajar sin moverme del sitio y en mis vagabundeos por internet he encontrado este hermosísimo mapa islámico del mundo en la Wellcome Colletion

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en este mapa el norte está abajo y el oeste, rodeado por el mar desconocido, a la derecha. este mapa antiguo cuenta otro mundo con otros códigos ¿qué viajes, qué relatos encierra que yo no sé descifrar? este bello y ajeno mundo redondo ¿qué secretos guarda? ¿qué sueños?